1970, Ludwigsburg – Una mañana en una mansión en la Ciudad Industrial más importante de Alemania, se encontraban en la sala una hermosa mujer y su hijo cuando tocan a la puerta, el niño de unos 10 años se queda jugando con aves de papel animados por magia mientras la mujer sale a atender a la entrada de la mansión.

Mujer: Disculpen caballeros, ¿En qué puedo ayudarlos?

Hombre A: Disculpe ud, Señora, somos inmigrantes británicos en busca de trabajo, su casa es grande y seguramente requiere de mucho esfuerzo mantenerla hermosa, somos muy honrados y trabajadores, quizá pueda contratarnos o al menos a uno de nosotros (eran cinco hombres con ropas muy desgastadas que dejaban en evidencia sus necesidades económicas, aunque los Henrich no necesitaban empleados porque eran una familia de magos, la mujer pensó que tal vez podrían ayudarles de alguna forma)

Mujer: Bueno caballeros, hablaré un momento con mi esposo, enseguida vuelvo (al dar la espalda a los hombres uno la sujetó por detrás y con un afilado cuchillo le cortó la garganta)

Hombre A: No hablarás con nadie, sucia bruja inmunda.

Hombre B: ¡Charles, el niño nos vio! (señalando con su dedo hacia la puerta donde estaba el asustadizo niño y pálido por lo que acababa de presenciar, el niño hace explotar las aves de papel creando una cortina de confeti y corre hacia adentro de la casa)

Hombre A: ¡No se queden parados, tras el niño! (los cinco hombres invaden la propiedad)

Niño: ¡Papá, papá!

Padre: Hola Rodrick, ¿Qué pasa?

Rodrick: ¡Mataron a mamá! (en eso entran los cinco hombres armados con cuchillos y machetes y uno sostenía la cabeza de la mujer guindando de los cabellos)

Padre: ¡Elisabeth? ¡Malditos! (con furia sacó su varita e invocando una llamarada calcinó a los cinco hombres al instante)

Padre: Rodrick, debemos irnos (mientras prendía fuego a la casa)

Rodrick: ¿Papá?

Padre: Ya no eres Rodrick Heidrich, ahora te llamas Rodrick Henrich, y yo no soy Heinrich Heidrich, ahora me llamo Henry Henrich, tengo un amigo que nos ayudará a empezar de cero.

Rodrick: Pero… ¿Por qué cambiamos nuestros nombres?

Henry: Algún día lo entenderás.