Harry Potter y la piedra filosofal

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Harry Potter se ha quedado huérfano y vive en casa de sus abominables tíos y del insoportable primo Dudley. Harry se siente muy triste y solo, hasta que un buen día recibe una carta que cambiará su vida para siempre. En ella le comunican que ha sido aceptado como alumno en el colegio interno Hogwarts de magia y hechicería. A partir de ese momento, la suerte de Harry da un vuelco espectacular. En esa escuela tan especial aprenderá encantamientos, trucos fabulosos y tácticas de defensa contra las malas artes. Se convertirá en el campeón escolar de quidditch, especie de fútbol aéreo que se juega montado sobre escobas, y se hará un puñado de buenos amigos... aunque también algunos temibles enemigos. Pero sobre todo, conocerá los secretos que le permitirán cumplir con su destino. Pues, aunque no lo parezca a primera vista, Harry no es un chico común y corriente. ¡Es un mago¡ Estare asiendo la saga completa

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05/31/21

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Quidicht

Chapter 11
Cuando empezó el mes de noviembre, el tiempo se volvió muy frío. Las
montañas cercanas al colegio adquirieron un tono gris de hielo y el lago parecía
de acero congelado. Cada mañana, el parque aparecía cubierto de escarcha.
Por las ventanas de arriba veían a Hagrid descongelando las escobas en el
campo de quidditch, enfundado en un enorme abrigo de piel de topo, guantes
de pelo de conejo y enormes botas de piel de castor.
Iba a comenzar la temporada de quidditch. Aquel sábado, Harry jugaría su
primer partido, después de semanas de entrenamiento: Gryffindor contra
Slytherin. Si Gryffindor ganaba, pasarían a ser segundos en el campeonato de
las casas.
Casi nadie había visto jugar a Harry, porque Wood había decidido que
sería su arma secreta. Harry también debía mantenerlo en secreto. Pero la
noticia de que iba a jugar como buscador se había filtrado, y Harry no sabía
qué era peor: que le dijeran que lo haría muy bien o que sería un desastre.
Era realmente una suerte que Harry tuviera a Hermione como amiga. No
sabía cómo habría terminado todos sus deberes sin la ayuda de ella, con todo
el entrenamiento de quidditch que Wood le exigía. La niña también le había
prestado Quidditch a través de los tiempos, que resultó ser un libro muy
interesante.
Harry se enteró de que había setecientas formas de cometer una falta y de
que todas se habían consignado durante los Mundiales de 1473; que los
buscadores eran habitualmente los jugadores más pequeños y veloces, y que
los accidentes más graves les sucedían a ellos; que, aunque la gente no moría
jugando al quidditch, se sabía de árbitros que habían desaparecido, para
reaparecer meses después en el desierto del Sahara.
Hermione se había vuelto un poco más flexible en lo que se refería a
quebrantar las reglas, desde que Harry y Ron la salvaron del monstruo, y era
mucho más agradable. El día anterior al primer partido de Harry los tres
estaban fuera, en el patio helado, durante un recreo, y la muchacha había hecho aparecer un brillante fuego azul, que podían llevar con ellos, en un frasco
de mermelada. Estaban de espaldas al fuego para calentarse cuando Snape
cruzó el patio. De inmediato, Harry se dio cuenta de que Snape cojeaba. Los
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tres chicos se apiñaron para tapar el fuego, ya que no estaban seguros de que
aquello estuviera permitido. Por desgracia, algo en sus rostros culpables hizo
detener a Snape. Se dio la vuelta, arrastrando la pierna. No había visto el
fuego, pero parecía buscar una razón para regañarlos.
—¿Qué tienes ahí, Potter?
Era el libro sobre quidditch. Harry se lo enseñó.
—Los libros de la biblioteca no pueden sacarse fuera del colegio —dijo
Snape—. Dámelo. Cinco puntos menos para Gryffindor.
—Seguro que se ha inventado esa regla —murmuró Harry con furia,
mientras Snape se alejaba cojeando—. Me pregunto qué le pasa en la pierna.
—No sé, pero espero que le duela mucho —dijo Ron con amargura.
En la sala común de Gryffindor había mucho ruido aquella noche. Harry, Ron y
Hermione estaban sentados juntos, cerca de la ventana. Hermione estaba
repasando los deberes de Harry y Ron sobre Encantamientos. Nunca los
dejaba copiar («¿cómo vais a aprender?»), pero si le pedían que revisara los
trabajos les explicaba las respuestas correctas.
Harry se sentía inquieto. Quería recuperar su libro sobre quidditch, para
mantener la mente ocupada y no estar nervioso por el partido del día siguiente.
¿Por qué iba a temer a Snape? Se puso de pie y dijo a Ron y Hermione que le
preguntaría a Snape si podía devolverle el libro.
—Yo no lo haría —dijeron al mismo tiempo, pero Harry pensaba que
Snape no se iba a negar, si había otros profesores presentes.
Bajó a la sala de profesores y llamó. No hubo respuesta. Llamó otra vez.
Nada.
¿Tal vez Snape había dejado el libro allí? Valía la pena intentarlo. Empujó
un poco la puerta, miró antes de entrar... y sus ojos captaron una escena
horrible.
Snape y Filch estaban allí, solos. Snape tenía la túnica levantada por
encima de las rodillas. Una de sus piernas estaba magullada y llena de sangre.
Filch le estaba alcanzando unas vendas.
—Esa cosa maldita... —decía Snape—. ¿Cómo puede uno vigilar a tres
cabezas al mismo tiempo?
Harry intentó cerrar la puerta sin hacer ruido, pero...
—¡POTTER!
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El rostro de Snape estaba crispado de furia y dejó caer su túnica
rápidamente, para ocultar la pierna herida. Harry tragó saliva.
—Me preguntaba si me podía devolver mi libro —dijo.
—¡FUERA! ¡FUERA DE AQUÍ!
Harry se fue, antes de que Snape pudiera quitarle puntos para Gryffindor.
Subió corriendo la escalera.
—¿Lo has conseguido? —preguntó Ron, cuando se reunió con ellos—.
¿Qué ha pasado?
Entre susurros, Harry les contó lo que había visto.
—¿Sabéis lo que quiere decir? —terminó sin aliento—. ¡Que trató de pasar
por donde estaba el perro de tres cabezas, en Halloween! Allí se dirigía cuando
lo vimos... ¡Iba a buscar lo que sea que tengan guardado allí! ¡Y apuesto mi
escoba a que fue él quien dejó entrar al monstruo, para distraer la atención!
Hermione tenía los ojos muy abiertos.
—No, no puede ser —dijo—. Sé que no es muy bueno, pero no iba a tratar
de robar algo que Dumbledore está custodiando.
—De verdad, Hermione, tú crees que todos los profesores son santos o
algo parecido —dijo enfadado Ron—. Yo estoy con Harry. Creo que Snape es
capaz de cualquier cosa. Pero ¿qué busca? ¿Qué es lo que guarda el perro?
Harry se fue a la cama con aquellas preguntas dando vueltas en su
cabeza. Neville roncaba con fuerza, pero Harry no podía dormir. Trató de no
pensar en nada (necesitaba dormir; debía hacerlo, tenía su primer partido de
quidditch en pocas horas) pero la expresión de la cara de Snape cuando Harry
vio su pierna era difícil de olvidar.
La mañana siguiente amaneció muy brillante y fría. El Gran Comedor estaba
inundado por el delicioso aroma de las salchichas fritas y las alegres charlas de
todos, que esperaban un buen partido de quidditch.
—Tienes que comer algo para el desayuno.
—No quiero nada.
—Aunque sea un pedazo de tostada —suplicó Hermione.
—No tengo hambre.
Harry se sentía muy mal. En cualquier momento echaría a andar hacia el
terreno de juego.
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—Harry, necesitas fuerza —dijo Seamus Finnigan—. Los únicos que el otro
equipo marca son los buscadores.
—Gracias, Seamus —respondió Harry, observando cómo llenaba de salsa
de tomate sus salchichas.
A las once de la mañana, todo el colegio parecía estar reunido alrededor
del campo de quidditch. Muchos alumnos tenían prismáticos. Los asientos
podían elevarse pero, incluso así, a veces era difícil ver lo que estaba
sucediendo.
Ron y Hermione se reunieron con Seamus y Dean en la grada más alta.
Para darle una sorpresa a Harry, habían transformado en pancarta una de las
sábanas que Scabbers había estropeado. Decía: «Potter; presidente», y Dean,
que dibujaba bien, había trazado un gran león de Gryffindor. Luego Hermione
había realizado un pequeño hechizo y la pintura brillaba, cambiando de color.
Mientras tanto, en los vestuarios, Harry y el resto del equipo se estaban
cambiando para ponerse las túnicas color escarlata de quidditch (Slytherin
jugaba de verde).
Wood se aclaró la garganta para pedir silencio.
—Bueno, chicos —dijo.
—Y chicas —añadió la cazadora Angelina Johnson.
—Y chicas —dijo Wood—. Éste es...
—El grande —dijo Fred Weasley
—El que estábamos esperando —dijo George.
—Nos sabemos de memoria el discurso de Oliver —dijo Fred a Harry—.
Estábamos en el equipo el año pasado.
—Callaos los dos —ordenó Wood—. Éste es el mejor equipo que
Gryffindor ha tenido en muchos años. Y vamos a ganar.
Les lanzó una mirada que parecía decir: «Si no...».
—Bien. Ya es la hora. Buena suerte a todos.
Harry siguió a Fred y George fuera del vestuario y, esperando que las
rodillas no le temblaran, pisó el terreno de juego entre vítores y aplausos.
La señora Hooch hacía de árbitro. Estaba en el centro del campo,
esperando a los dos equipos, con su escoba en la mano.
—Bien, quiero un partido limpio y sin problemas, por parte de todos —dijo
cuando estuvieron reunidos a su alrededor.
Harry notó que parecía dirigirse especialmente al capitán de Slytherin,
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Marcus Flint, un muchacho de quinto año. Le pareció que tenía un cierto
parentesco con el trol gigante. Con el rabillo del ojo, vio el estandarte brillando
sobre la muchedumbre: «Potter; presidente». Se le aceleró el corazón. Se
sintió más valiente.
—Montad en vuestras escobas, por favor.
Harry subió a su Nimbus 2.000.
La señora Hooch dio un largo pitido con su silbato de plata. Quince
escobas se elevaron, alto, muy alto en el aire. Y estaban muy lejos.
—Y la quaffle es atrapada de inmediato por Angelina Johnson de
Gryffindor... Qué excelente cazadora es esta joven y, a propósito, también es
muy guapa...
—¡JORDAN!
—Lo siento, profesora.
El amigo de los gemelos Weasley, Lee Jordan, era el comentarista del
partido, vigilado muy de cerca por la profesora McGonagall.
—Y realmente golpea bien, un buen pase a Alicia Spinnet, el gran
descubrimiento de Oliver Wood, ya que el año pasado estaba en reserva... Otra
vez Johnson y.. No, Slytherin ha cogido la quaffle, el capitán de Slytherin,
Marcus Flint se apodera de la quaffle y allá va... Flint vuela como un águila...
está a punto de... no, lo detiene una excelente jugada del guardián Wood de
Gryffindor y Gryffindor tiene la quaffle... Aquí está la cazadora Katie Bell de
Gryffindor; buen vuelo rodeando a Flint, vuelve a elevarse del terreno de juego
y.. ¡Aaayyyy!, eso ha tenido que dolerle, un golpe de bludger en la nuca... La
quaffle en poder de Slytherin... Adrian Pucey cogiendo velocidad hacia los
postes de gol, pero lo bloquea otra bludger, enviada por Fred o George
Weasley, no sé cuál de los dos... bonita jugada del golpeador de Gryffindor, y
Johnson otra vez en posesión de la quaffle, el campo libre y allá va, realmente
vuela, evita una bludger, los postes de gol están ahí... vamos, ahora Angelina...
el guardián Bletchley se lanza... no llega... ¡GOL DE GRYFFINDOR!
Los gritos de los de Gryffindor llenaron el aire frío, junto con los silbidos y
quejidos de Slytherin.
—Venga, dejadme sitio.
—¡Hagrid!
Ron y Hermione se juntaron para dejarle espacio a Hagrid.
—Estaba mirando desde mi cabaña —dijo Hagrid, enseñando el largo par
de binoculares que le colgaban del cuello—. Pero no es lo mismo que estar con
toda la gente. Todavía no hay señales de la snitch, ¿no?
—No —dijo Ron—. Harry todavía no tiene mucho que hacer.
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—Mantenerse fuera de los problemas ya es algo —dijo Hagrid, cogiendo
sus binoculares y fijándolos en la manchita que era Harry.
Por encima de ellos, Harry volaba sobre el juego, esperando alguna señal
de la snitch. Eso era parte del plan que tenían con Wood.
—Manténte apartado hasta que veas la snitch —le había dicho Wood—.
No queremos que ataques antes de que tengas que hacerlo.
Cuando Angelina anotó un punto, Harry dio unas volteretas para aflojar la
tensión, y volvió a vigilar la llegada de la snitch. En un momento vio un
resplandor dorado, pero era el reflejo del reloj de uno de los gemelos Weasley;
en otro, una bludger decidió perseguirlo, como si fuera una bala de cañón, pero
Harry la esquivó y Fred Weasley salió a atraparla.
—¿Está todo bien, Harry? —tuvo tiempo de gritarle, mientras lanzaba la
bludger con furia hacia Marcus Flint.
—Slytherin toma posesión —decía Lee Jordan—. El cazador Pucey
esquiva dos bludgers, a los dos Weasley y al cazador Bell, y acelera... esperen
un momento... ¿No es la snitch?
Un murmullo recorrió la multitud, mientras Adrian Pucey dejaba caer la
quaffle, demasiado ocupado en mirar por encima del hombro el relámpago
dorado, que había pasado al lado de su oreja izquierda.
Harry la vio. En un arrebato de excitación se lanzó hacia abajo, detrás del
destello dorado. El buscador de Slytherin, Terence Higgs, también la había
visto. Nariz con nariz, se lanzaron hacia la snitch... Todos los cazadores
parecían haber olvidado lo que debían hacer y estaban suspendidos en el aire
para mirar.
Harry era más veloz que Higgs. Podía ver la pequeña pelota, agitando sus
alas, volando hacia delante. Aumentó su velocidad y..
¡PUM! Un rugido de furia resonó desde los Gryffindors de las tribunas...
Marcus Flint había cerrado el paso de Harry, para desviarle la dirección de la
escoba, y éste se aferraba para no caer.
—¡Falta! —gritaron los Gryffindors.
La señora Hooch le gritó enfadada a Flint, y luego ordenó tiro libre para
Gryffindor; en el poste de gol. Pero con toda la confusión, la snitch dorada,
como era de esperar, había vuelto a desaparecer.
Abajo en las tribunas, Dean Thomas gritaba.
—¡Eh, árbitro! ¡Tarjeta roja!
—Esto no es el fútbol, Dean —le recordó Ron—. No se puede echar a los
jugadores en quidditch... ¿Y qué es una tarjeta roja?
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Pero Hagrid estaba de parte de Dean.
—Deberían cambiar las reglas. Flint ha podido derribar a Harry en el aire.
A Lee Jordan le costaba ser imparcial.
—Entonces... después de esta obvia y desagradable trampa...
—¡Jordan! —lo regañó la profesora McGonagall.
—Quiero decir, después de esta evidente y asquerosa falta...
—¡Jordan, no digas que no te aviso...!
—Muy bien, muy bien. Flint casi mata al buscador de Gryffindor, cosa que
le podría suceder a cualquiera, estoy seguro, así que penalti para Gryffindor; la
coge Spinnet, que tira, no sucede nada, y continúa el juego, Gryffindor todavía
en posesión de la pelota.
Cuando Harry esquivó otra bludger, que pasó peligrosamente cerca de su
cabeza, ocurrió. Su escoba dio una súbita y aterradora sacudida. Durante un
segundo pensó que iba a caer. Se aferró con fuerza a la escoba con ambas
manos y con las rodillas. Nunca había experimentado nada semejante.
Sucedió de nuevo. Era como si la escoba intentara derribarlo. Pero las
Nimbus 2.000 no decidían súbitamente tirar a sus jinetes. Harry trató de
dirigirse hacia los postes de Gryffindor para decirle a Wood que pidiera una
suspensión del partido, y entonces se dio cuenta de que su escoba estaba
completamente fuera de control. No podía dar la vuelta. No podía dirigirla de
ninguna manera. Iba en zigzag por el aire y, de vez en cuando, daba violentas
sacudidas que casi lo hacían caer.
Lee seguía comentando el partido.
—Slytherin en posesión... Flint con la quaffle... la pasa a Spinnet, que la
pasa a Bell... una bludger le da con fuerza en la cara, espero que le rompa la
nariz (era una broma, profesora), Slytherin anota un tanto, oh, no...
Los de Slytherin vitoreaban. Nadie parecía haberse dado cuenta de la
conducta extraña de la escoba de Harry Lo llevaba cada vez más alto, lejos del
juego, sacudiéndose y retorciéndose.
—No sé qué está haciendo Harry —murmuró Hagrid. Miró con los
binoculares—. Si no lo conociera bien, diría que ha perdido el control de su
escoba... pero no puede ser...
De pronto, la gente comenzó a señalar hacia Harry por encima de las
gradas. Su escoba había comenzado a dar vueltas y él apenas podía sujetarse.
Entonces la multitud jadeó. La escoba de Harry dio un salto feroz y Harry
quedó colgando, sujeto sólo con una mano.
—¿Le sucedió algo cuando Flint le cerró el paso? —susurró Seamus.
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—No puede ser —dijo Hagrid, con voz temblorosa—. Nada puede interferir
en una escoba, excepto la poderosa magia tenebrosa... Ningún chico le puede
hacer eso a una Nimbus 2.000.
Ante esas palabras, Hermione cogió los binoculares de Hagrid, pero en
lugar de enfocar a Harry comenzó a buscar frenéticamente entre la multitud.
—¿Qué haces? —gimió Ron, con el rostro grisáceo.
—Lo sabía —resopló Hermione—. Snape... Mira.
Ron cogió los binoculares. Snape estaba en el centro de las tribunas frente
a ellos. Tenía los ojos clavados en Harry y murmuraba algo sin detenerse.
—Está haciendo algo... Mal de ojo a la escoba —dijo Hermione.
—¿Qué podemos hacer?
—Déjamelo a mí.
Antes de que Ron pudiera decir nada más, Hermione había desaparecido.
Ron volvió a enfocar a Harry. La escoba vibraba tanto que era casi imposible
que pudiera seguir colgado durante mucho más tiempo. Todos miraban
aterrorizados, mientras los Weasley volaban hacía él, tratando de poner a salvo
a Harry en una de las escobas. Pero aquello fue peor: cada vez que se le
acercaban, la escoba saltaba más alto. Se dejaron caer y comenzaron a volar
en círculos, con el evidente propósito de atraparlo si caía. Marcus Flint cogió la
quaffle y marcó cinco tantos sin que nadie lo advirtiera.
—Vamos, Hermione —murmuraba desesperado Ron.
Hermione había cruzado las gradas hacia donde se encontraba Snape y en
aquel momento corría por la fila de abajo. Ni se detuvo para disculparse
cuando atropelló al profesor Quirrell y, cuando llegó donde estaba Snape, se
agachó, sacó su varita y susurró unas pocas y bien elegidas palabras.
Unas llamas azules salieron de su varita y saltaron a la túnica de Snape. El
profesor tardó unos treinta segundos en darse cuenta de que se incendiaba. Un
súbito aullido le indicó a la chica que había hecho su trabajo. Atrajo el fuego, lo
guardó en un frasco dentro de su bolsillo y se alejó gateando por la tribuna.
Snape nunca sabría lo que le había sucedido.
Fue suficiente. Allí arriba, súbitamente, Harry pudo subir de nuevo a su
escoba.
—¡Neville, ya puedes mirar! —dijo Ron. Neville había estado llorando
dentro de la chaqueta de Hagrid aquellos últimos cinco minutos.
Harry iba a toda velocidad hacia el terreno de juego cuando vieron que se
llevaba la mano a la boca, como si fuera a marearse. Tosió y algo dorado cayó
en su mano.
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—¡Tengo la snitch! —gritó, agitándola sobre su cabeza; el partido terminó
en una confusión total.
—No es que la haya atrapado, es que casi se la traga —todavía gritaba
Flint veinte minutos más tarde. Pero aquello no cambió nada. Harry no había
faltado a ninguna regla y Lee Jordan seguía proclamando alegremente el
resultado. Gryffindor había ganado por ciento setenta puntos a sesenta. Pero
Harry no oía nada. Tomaba una taza de té fuerte, en la cabaña de Hagrid, con
Ron y Hermione.
—Era Snape —explicaba Ron—. Hermione y yo lo vimos. Estaba
maldiciendo tu escoba. Murmuraba y no te quitaba los ojos de encima.
—Tonterías —dijo Hagrid, que no había oído una palabra de lo que había
sucedido—. ¿Por qué iba a hacer algo así Snape?
Harry, Ron y Hermione se miraron, preguntándose qué le iban a decir.
Harry decidió contarle la verdad.
—Descubrimos algo sobre él —dijo a Hagrid—. Trató de pasar ante ese
perro de tres cabezas, en Halloween. Y el perro lo mordió. Nosotros pensamos
que trataba de robar lo que ese perro está guardando.
Hagrid dejó caer la tetera.
—¿Qué sabéis de Fluffy? —dijo.
—¿Fluffy?
—Ajá... Es mío... Se lo compré a un griego que conocí en el bar el año
pasado... y se lo presté a Dumbledore para guardar...
—¿Sí?—dijo Harry con nerviosismo.
—Bueno, no me preguntéis más —dijo con rudeza Hagrid—. Es un
secreto.
—Pero Snape trató de robarlo.
—Tonterías —repitió Hagrid—. Snape es un profesor de Hogwarts, nunca
haría algo así.
—Entonces ¿por qué trató de matar a Harry? —gritó Hermione.
Los acontecimientos de aquel día parecían haber cambiado su idea sobre
Snape.
—Yo conozco un maleficio cuando lo veo, Hagrid. Lo he leído todo sobre
ellos. ¡Hay que mantener la vista fija y Snape ni pestañeaba, yo lo vi!
—Os digo que estáis equivocados —dijo ofuscado Hagrid—. No sé por qué
la escoba de Harry reaccionó de esa manera. .. ¡Pero Snape no iba a tratar de
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matar a un alumno! Ahora, escuchadme los tres, os estáis metiendo en cosas
que no os conciernen y eso es peligroso. Olvidaos de ese perro y olvidad lo
que está vigilando. En eso sólo tienen un papel el profesor Dumbledore y
Nicolás Flamel...
—¡Ah! —dijo Harry—. Entonces hay alguien llamado Nicolás Flamel que
está involucrado en esto, ¿no?
Hagrid pareció enfurecerse consigo mismo.
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