George y Angelina invitaron a Harry y a Ginny a tomar un té. A pesar de la tranquilidad que había en la casa de los Weasley fueron los cinco minutos más incómodos del mundo. Minny se pasó toda la tarde mirando con recelo a sus padres, mientras nadie en la casa se dignó a mediar palabra. En la casa solo se escuchaba silencio hasta que Harry (harto de la situación) dijo:
_ Fue por tú bien _ Minny miró a su padre con expresión amenazante, a pesar de que por dentro comprendía su dilema. Harry prosiguió _ Si no te hubiéramos escondido, los mortífagos te habrían matado.
_ Pero tío Harry _ preguntó Fred _ si lo venciste una vez, ¿no puedes vencerle otra?
_ No, no puedo, ahora yo soy mayor y si él consigue bajar del Limbo, será mucho más fuerte _ Harry y Ginny miraron a Minny _ Pero tú, Minny, aún eres joven, tienes mucho potencial que desarrollar y mucho por aprender.
_ Quizá los mortífagos no iban tan desencaminados _ siguió Ginny _ por ahora, solo tú puedes vencerles.
Hubo un silencio corto hasta que Ginny exclamó alarmada:
_ Oh, mira qué hora es, debemos irnos hermano _ bajó la voz _ ya sabes que todo es más complicado la primera vez.
_ Pero... ¿No volveré a ver a los Weasley? _ preguntó Minny.
_ Tranquila, nos podrás visitar en verano y por Navidad _ dijo amablemente Angelina.
_ Y nosotros iremos contigo a Hogwarts _ dijo Fred.
_ Sí, nos reuniremos contigo en el expreso, ¿de acuerdo? _ dijo Roxanne.
Después de que se despidieran, Harry, Ginny y Minny pusieron rumbo al Callejón Diagon.